miércoles, 16 de abril de 2008

Tato se enamoró


Nuestro hijo comenzó preescolar en un salita con muchos compañeros nuevos. Los primeros días las novedades eran vinculadas a los libros que utilizarían, a la nueva seño… novedades pedagógicas en general…
Un día llegó la gran confesión: “Mamá, madrina, estoy enamorado… cuando seamos grandes nos vamos a casar… se llama Martina, me da vergüenza, no me carguen ¿eh?”
Observé sus ojitos… ya estaban bajo alguna especie de embrujo femenino, mirando como al vacío. Continuó: “Quiero saber a que saben sus besos… sueño en que algún día me besará, me dirá te quiero, me va a dar un abrazo y estudiaremos juntos… Yo la voy a buscar y averiguar su dirección… ¿cómo voy a hacer para saber su dirección? Estoy feliz de haber encontrado mi otro corazón…”
Seguimos escuchándolo, mientras nos aguantábamos las ganas de abrazarlo, protegerlo, besarlo…
“Mamá, madrina, ahora que me enamoré la quiero más a ella que a ustedes dos… pero a ustedes también las quiero…”
Esto era solo el comienzo de largas charlas nocturnas que finalizaban con la frase: “Bueno, me voy a acostar así pienso en Martina…”
El ya nunca fue el mismo… una parte de su mente y de su corazón, están junto a una niña de 5 años…
¿Cómo se aprenden las cosas del amor? ¿Cómo se protege uno de la desilusión de un amor no correspondido, o de un amor perdido? ¿Cómo se conquista a alguien? ¿Ella me amará mamá?...
Nos preguntamos mamá y madrina: ¿Cómo resistimos el día que alguna niña rompa el corazón de nuestro hombrecito?

domingo, 30 de marzo de 2008

Cambia, todo cambia


Transitando el 6º mes de embarazo de nuestro segundo hijo, llegando a 9 años de estar juntas, esta mañana de domingo conversábamos en relación a las cosas que en este tiempo habían cambiado, dándonos cuenta que el motivo esencial había sido la transición de convertirnos de ser pareja a ser una familia…
Cuando nos conocimos ambas éramos espíritus libres, independientes, nuestra única preocupación era mantener un trabajo para tener algo de dinero para encontrarnos, ir a bailar, hacernos regalos por cumplir semanas, meses, años, aniversarios…
Pasábamos los fines de semana de invierno en la cama, comiendo, mirando pelis, haciendo el amor, con la única interrupción del teléfono, que uno podía elegir atenderlo o no…
Cada una sabía los gustos de la otra: nos cocinábamos las comidas predilectas, nadie nos comía del plato… ni eran saqueados (como es en la actualidad, que al terminar Tato continúa con nuestros platos.)
Viajábamos seguido, íbamos de pesca, nos amanecíamos en la costanera, en el Tigre, en cualquier lado…
Nos apurábamos por llegar a casa para acariciarnos, corrernos por las habitaciones, reírnos, disfrazarnos, tomar mate y besarnos…
Hace 6 años quedé embrazada de Tato: todo era nuevo, las sensaciones, las pataditas que le daba a Triana desde la panza cuando ella me abrazaba fuerte, mi escasez de movilidad (cual tortuga dada vuelta) en los últimos meses…
Comenzamos a hacer cuentas, a trabajar horas extras, a economizar en varias cosas, nuestras salidas tenían que ver con poder brindarle a Tato un espacio al aire libre o un médico si lo necesitaba.
Nunca más pudimos quedarnos hasta tarde en la cama: al principio las noches eran entrecortadas porque necesitaba tomar la teta, luego nuestro pequeño nos despertaba bien temprano con una sonrisa diciéndonos que ya era de día, que nos levantemos…
Hacemos el amor a cualquier hora (cabe aclarar: cuando podemos), hacemos el amor de forma rápida a veces, a veces interrumpidas abruptamente, con el agregado de una pregunta inocente del otro lado de la puerta como: “¿Mamis… están jugando a la lucha?”, cuando se despierta sorpresivamente y quiere irrumpir en la habitación, dándonos tiempo de responderle, provocándonos una sonrisa y quedándonos pensando qué método de cerradura implementar para que podamos concluir a gusto…
Hace 6 meses volvimos a empezar… nuestros desayunos son llenos de risa y ocurrencias (bien temprano.) con Tato contándonos anécdotas o teorías respecto a la vida, haciendo planes para concretar nuevos sueños (si vienen de Triana, son sueños locos seguramente, pero hermosos.) y disfrutando de la felicidad que nos da ver a nuestros dos hijos creciendo sanos y felices.
No está nada mal, después de todo.

sábado, 15 de marzo de 2008

Dientes de leche


Tato ha crecido, madurado, lo observamos con Triana y vislumbramos por momentos la imagen a futuro de un hermoso jovencito, que nos da cuenta del paso del tiempo, pudiendo volver enseguida al alivio de que sea un niño de 5 años, cuando se encapricha por algo o pelea a su madrina para ganarse mi amor.
Como parte de su crecimiento, dos de sus dientitos delanteros comenzaron a aflojarse. Todo el tiempo preguntaba cuándo se le caerían, cuando vendría el ratón de los dientes y yo le daba manzana, le decía que comiera carne, que ya se le saldrían.
Esta semana, mejoría mediante, retomé mi rutina laboral y a la vuelta del cole Tato y Triana merendaban juntos.
Uno de esos días, a mi regreso, encontré a mi hijo con un hilo larguísimo colgado de uno de sus dientes, mientras me contaba entusiasmado que lo tenía para jugar.
Miré a la madrina con sospecha, ella sonrió y siguieron jugando…
Horas más tarde: Tato vino sin el hilo y sin su diente, Triana se lo había sacado a ambos a la vez.
Pensé en ese acontecimiento y sobre una pequeña diferencia: casi todos los dientes de ella habían salido de esa misma forma: arrancados, en cambio los míos habían esperado abúlicamente su caída.
Así de diferentes habían sido nuestras infancias… ¡qué bueno y qué importante que una familia se forme de varias historias que se entrelazan para convertirse en una!