lunes, 13 de agosto de 2012

¿Qué queda de mí ahora que aún no me he ido?


Varias cosas siento que han cambiado en mí, pero no son suficientes…
     Hasta hace uno meses creía que lo más importante era no sobrepasarme en peso, no renguear… ahora agradezco caminar, por más que todavía lo haga con una renguera que los demás noten y yo noto cuando me lo dicen.
     A veces me ponía  a pensar qué quedará de mi cuando ya no esté, cuando muera y ahora me di cuenta que ya no se que ha quedado ahora mismo, que aún no me he ido… Necesito volver a hacer y descubrir algo que sea solo mío, que me guste, que disfrute, que me emocione, que forme parte de mi alma: cantar, escribir, leer, caminar, viajar, soñar, sonreír con tiempo… no sé por qué a veces me la paso corriendo, sintiendo que no me alcanzan las horas ni para sonreír… eso debo cambiar.


     

viernes, 10 de agosto de 2012

Ya pasó


El después fue para mí particularmente trágico y doloroso, lleno de incertidumbre.
     Tuve la extraña certeza de que JAMÁS volvería a viajar, que nunca podría volver a caminar…
     Más allá de lo físico en concreto, trataba de encontrar el sentido a tanta desgracia, sentía que algo no estaba haciendo bien para que esto nos pasara. Así estuve unos días, hasta hace 5,  que decidí salir, terminar con este estado y volver a aprender a caminar, ir al super con Tinchi, buscar a Tato al cole, volver a soñar con hermosos viajes que haremos los 4.
Ya pasó.    

La desafiante Ruta 40


 Hace mucho que no escribo y hace mucho que tengo ganas de hacerlo.
     En el mes de junio salimos de viaje queriendo realizar el desafío de la ruta 40… teníamos todo preparado: mapas, gps, máquina fotográfica, filmadora y las ganas de iniciar una hermosa travesía.
     A los pocos días Tinchi se engripó, tuvimos que visitar un pequeño hospital de la provincia de San Juan. Pudimos continuar luego, hasta que en un pequeño hermoso pueblito, al bajar el cordón de la vereda, me tropiezo, me caigo y me quiebro la rótula.
     Si hay algo que pude sentir además del dolor, la desazón y la desesperanza… fue la fortaleza de Triana y los chicos, acompañándome a cada momento esperando la operación, lejos de casa, sin saber si podíamos continuar, tampoco pudiendo volver.
     Una semana después me operaron y estuve 20 días con muletas.