En ese día de la madre, Tatito justo cumplía tres meses, esa mañana me despertó 6 y 30 de la mañana con un lloriqueo, pegando un salto la madrina que oficiaba de ayudante. No dejaron que me levante. Fue el desayuno más rico de todos, el mate y las facturas que jamás olvidaré.
Fue extraña la sensación de ser mamá: es darte cuenta de que nunca más estarás sola, es sentir que de alguna manera pasás a un segundo plano para vos misma, perdés el asco a la caca, al vómito, a la baba... aceptás limpiar con gusto si antes hubo una peqeña criaturita que con gusto ensució...
Los años pasaron, a medida que fue pasando el tiempo, este día se fue complejizando: Tostadas con pilas gigantescas de quesito blanco, plato con queso blanco, queso blanco con marca de dedos, tostadas ennegrecidas por distracción de los armadores de desayunos, regalitos escolares alusivos llenos de colores (apoya pava, portarretrato, cajita hecha de palitos de helado, otros que no se saben que son, jeje), besos y abrazos, competición que consiste en intentar darme mas besos y abrazos uno y otro. ( hijo y Triana.)
Es hermoso que siendo ésta la única vida que nos tocó vivir a los tres… nos haya tocado compartirla.