Nos levantamos temprano con la idea de
retornar a Buenos Aires, apenas podía caminar, rengueaba, usando muletas, casi
en silencio y consternación nos pusimos a hacer todo el equipaje. Tato, nuestro
niño mayor dijo: “Las vacaciones no deben ser perfectas, pero si inolvidables…”
Silencio y luego Triana dijo: “ Y si seguimos?”… rumbeamos para el lado
contrario y partimos a Salta. Luego de 300 km de paisajes maravillosos llegamos
a la Capital.
Qué belleza su estilo colonial, nos
recordó a pequeños pueblos españoles.
Fuimos al Museo de Alta Montaña donde se
exponía las momias de niños incas entregados en sacrificio en la montaña. Era
un lugar muy especial, ni siquiera se nos ocurría sacar fotos.
Salimos y luego de una parrillada, nos
fuimos la teleférico, viviendo mi realidad de lisiada, topándome con todas las
dificultades que otras personas deben cruzarse a diario.
Llegamos a las 9 de la noche a Tumbaya,
donde íbamos a quedarnos esa noche, pero parecía un pueblo fantasma, no
encontramos a ningún ser humano! Finalmente seguimos unos pocos kilómetros a
Purmamarca, donde nos hospedamos en una cabaña de piedra.
Desayunamos dulces y panes típicos jujeños
y comenzamos el trayecto hacia las salinas grandes. Al más pequeño le hizo muy
mal la altura y vomitó todo el tiempo.
Triana y Tato se bajaron y disfrutaron del
paisaje, con Tinchi los veíamos retozar desde el auto. A la salida con nuestro
ánimo aventurero, tomamos el trayecto de tierra de la vieja ruta 40 (no
recomendable si amas demasiado a tu auto) y llegamos después de muchos saltos
al Pueblo de Abra Pampa.
Lo primero que nos llamó la atención fue
que el cementerio era casi más grande que el pueblo mismo, la gente se la veía
agotada, con cara de resignados.
Conseguimos solo un hotel para quedarnos,
donde el dueño nos explicó que es un pueblo absolutamente contaminado, por las
minerías que se instalan en ese sitio.
Triana llevó a Tinchi a una salita y lo
trataron porque se había deshidratado. Agotados.
Ya era el día 22 de viaje, temprano nos
fuimos a a la Quiaca, Triana y Tato cruzaron a Bolivia, Villazón, cumpliendo
nuestro objetivo!
Ahora el regreso comenzaba: almorzamos en
Humahuaca y pasamos nuevamente por Tucumán donde hicimos noche allí.
Tres días más tarde, llegamos a Buenos
Aires, el equipo algo roto, agotado (especialmente Triana) pero con la misión
cumplida.
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