Dentro de pocos días
nos casamos.
En mi infancia me contaron que llegaría algún
día un príncipe enamorado, del cual también me enamoraría, nos casaríamos y seríamos
felices comiendo perdices.
En mi pubertad me la
pasé esperando a “ese” príncipe, buscando en la mirada de cada compañero de
cole, esa señal secreta.
En mi adolescencia vestí
de príncipe a cada joven con el qué salí y tuve la sensación de que lo que
hablaban del amor estaba un poco exagerado e inflado por mis compañeras de
secundario.
Entrada mi juventud, a
mis 20, me enamoré por primera vez… no era príncipe, era princesa, descubrí que
el envase del amor no era tan importante…
Hace 13 años y medio
atrás conocí a Triana, las dos lucíamos como princesas, lindas, esbeltas,
dulces y conquistadoras. Decidimos convivir, planeamos juntas nuestro primer
hijo, felices…
No todo fueron rosas en
el camino, pequeños grandes desencuentros lograron separarnos durante un tiempo,
sacar primero todo lo monstruoso de cada una, luego las frustraciones,
decepciones… Meses más tarde, maduración por medio, nos volvimos a elegir para toda la vida…
En la actualidad, estoy
de un modo bien distinto al que me había imaginado para este momento: peleando
con mis rollitos, planificando poco mi vestimenta donde además no será vestido
largo, con mi rodilla izquierda al estilo Frankestein, contentándose con no
renguear …
Me di cuenta de una
cosa: no importa si sos sapo, lo importante es poder encontrar a alguien que te
vea y elija cual si fueras princesa… si, como la de los cuentos que nos
contaban de niñas.