Y si… si me hubieran preguntado quien se portaría peor en la
espera de los análisis prenupciales, hubiera asegurado que Tinchi ganaba el
concurso… pero no fue así.
Y si me hubieran
preguntado hace 5 años si íbamos a poder casarnos… hubiera dicho que era
imposible.
Nos habían dado fecha
hace como un mes, para realizar esta previa antes del casamiento… el prenupcial (que consiste en sacar sangre a cada una de las contrayentes, por una antigua legislación, con la finalidad de corroborar que no padezcamos enfermedades venéreas) si, ¡nos
casaremos pronto! Y nos levantamos esta mañana las dos descompuestas del estómago,
generando dificultades para cumplir con la puntualidad necesaria en un trámite
en oficina pública. Sumado a esto, que no le sucede tanto a quienes se casan y
luego tienen los hijos, teníamos que llevar a Tato al colegio y a Tinchi con
nosotras… todo en 15 minutos. No sé cómo, lo logramos.
Llegamos Triana, Tinchi
y yo al hospital, a una puerta blanca sin ningún cartel indicador, donde pude
espiar a un señor que tenía la misma planilla impresa para presentar. Nos
pusimos detrás de él.
Ahí comenzó Triana,
resoplaba nerviosa, quería salir de ahí y protestaba diciendo que es una vergüenza
que no atiendan de una vez (lo dijo un segundo luego de llegar), mirando para
todos lados, peleándose con una señora que buscaba pelea. Se tranquilizó cuando
detrás de nosotros se pusieron dos señores que contraerían enlace, de bastante
edad y la oficinista nos dio los papeles con naturalidad, sometiéndonos al
mismo trato de desidia y burocracia crónica como a todos.
Llegamos al
extraccionista de sangre que gritaba: “Haber!!!
Papeles a quienes tuvieron la brillante idea de casarse, papeles!” Y ahí Triana
tuvo que soportar otra cosa que no tolera: que le saquen sangre.
Al fin terminamos este
trámite, Tinchi se ganó un premio por comportarse muy bien al acompañarnos… y
por ser bueno, compartió el premio con mi futura esposa, que no se lo merecía.