Los días anteriores a que Tinchi naciera llegaron con mucha adrenalina, energía, internaciones, preparativos abruptos de un nacimiento que terminó adelantándose.
Tuve que estar internada por un problema de salud, con todo lo que implicó: Tato quedándose en casa con familiares, Triana corriendo de un lado a otro para estar con ambos, la preparación del bolso llena de dolores que no me permitían ni dormir, ni comer (cólicos renales), la confección de un documento donde ponía mi voluntad de que Triana se hiciera cargo de ambos niños si algo me sucediera.
Decidimos que el bebé naciera en la semana 37, aprovechando que un medicamento administrado me alivió un poco mi dolencia. Así fue: con los bemoles que muchas de nosotras tuvimos o tendremos que pasar, que nos causan mucha angustia... a Triana no la dejaron pasar a la cesárea, ni siquiera pudimos despedirnos. Igualmente me sentí muy unida a ella... la conozco, me sorprende y una de las cosas que hizo fue enviarme golpecitos a través de la pared mientras me realizaban monitoreo.
No se cuánto duró el parto, recuerdo cuando sacaron a Tinchi y lo vi: hecho una bolita como había estado dentro de mí, moviéndose apenitas como despertando de un dulce sueño. Es hermoso, muy parecido a Tato.
Mi compañera de años pudo verlo apenas salió del quirófano y lo llevaron a la nursery, no hizo falta que le dijeran nada, era su hijo ese que salía en una cunita, ella no paraba de sonreír, enviar mensajes de texto y llamar avisando que todo había salido bien.
Estuvimos internados varios días, recibiendo muchas muestras de afecto de la familia y de muchas de ustedes, gracias.
Tato lo conoció y está feliz (ya escribiremos sobre esto, merece un post aparte.)
Hoy es el 3º día (creo) que estamos en casa: hay un lío de horarios, de pañales, de todo… en las noches nuestra cama está plagada de hijos que bajo cualquier excusa buscan estar aunque sea un ratito (si… Tinchi aprendió que si llora por la teta, hay posibilidades posteriores de quedarse en la cama grande) pero esencialmente en los segundos que nos quedan con Triana, solo nos miramos y sentimos que tenemos una felicidad que nos supera, que tenemos una familia como nunca soñamos que seríamos capaces de lograr.
Tuve que estar internada por un problema de salud, con todo lo que implicó: Tato quedándose en casa con familiares, Triana corriendo de un lado a otro para estar con ambos, la preparación del bolso llena de dolores que no me permitían ni dormir, ni comer (cólicos renales), la confección de un documento donde ponía mi voluntad de que Triana se hiciera cargo de ambos niños si algo me sucediera.
Decidimos que el bebé naciera en la semana 37, aprovechando que un medicamento administrado me alivió un poco mi dolencia. Así fue: con los bemoles que muchas de nosotras tuvimos o tendremos que pasar, que nos causan mucha angustia... a Triana no la dejaron pasar a la cesárea, ni siquiera pudimos despedirnos. Igualmente me sentí muy unida a ella... la conozco, me sorprende y una de las cosas que hizo fue enviarme golpecitos a través de la pared mientras me realizaban monitoreo.
No se cuánto duró el parto, recuerdo cuando sacaron a Tinchi y lo vi: hecho una bolita como había estado dentro de mí, moviéndose apenitas como despertando de un dulce sueño. Es hermoso, muy parecido a Tato.
Mi compañera de años pudo verlo apenas salió del quirófano y lo llevaron a la nursery, no hizo falta que le dijeran nada, era su hijo ese que salía en una cunita, ella no paraba de sonreír, enviar mensajes de texto y llamar avisando que todo había salido bien.
Estuvimos internados varios días, recibiendo muchas muestras de afecto de la familia y de muchas de ustedes, gracias.
Tato lo conoció y está feliz (ya escribiremos sobre esto, merece un post aparte.)
Hoy es el 3º día (creo) que estamos en casa: hay un lío de horarios, de pañales, de todo… en las noches nuestra cama está plagada de hijos que bajo cualquier excusa buscan estar aunque sea un ratito (si… Tinchi aprendió que si llora por la teta, hay posibilidades posteriores de quedarse en la cama grande) pero esencialmente en los segundos que nos quedan con Triana, solo nos miramos y sentimos que tenemos una felicidad que nos supera, que tenemos una familia como nunca soñamos que seríamos capaces de lograr.