
- Mamá, ¿los regalos de Reyes los ponen ustedes dos? - ¿Cómo hijo?- le dije para tener unos segundo en elaborar una respuesta. - ¿Ustedes son los Reyes? - ¿Qué querés que te conteste, qué querés escuchar, la verdad? - Si, la verdad. - ¿Vos que creés? - Que los Reyes son ustedes, porque no pueden pasar por el balcón. - Los Reyes Magos no existen…- dije con un nudo en la garganta. - ¿Y Santa? ¿Santa si o no? - ¿Con la verdad? Tampoco. - ¡Odio a los adultos con sus mentiras!- sus ojazos verdes se llenaron de lágrimas, junto a los míos. Intenté hablar, contando historias de San Nicolás, de los Reyes Magos… pero preferí abrazarlo. - Hijo, hubieras preferido que nunca te hubiera contado la historia de los Reyes, de Santa o del Ratón Perez? - Mami, prefiero haber creído aunque sea una vez, porque cuando creí fui feliz. ¿Queda alguna otra mentira? - No, ya no queda nada que ocultarte. - Le voy a contar a Tinchi, voy a abrir los regalos y no voy a poner los zapatos… - Cuando vos eras pequeño, decías que querías ser Papá Noel cuando seas grande, podés ayudarme… Y si no ponés los zapatos, no vas a recibir regalitos… yo los voy a poner… - ¿Y qué hacías con el pasto que dejábamos para los camellos? - Me lo comía yo. Los dos nos reímos a carcajadas, dándome cuenta ahí que se me estaba quemando la comida, que Tinchi había volcado helado por toda la casa y que mi hijo mayor había crecido. Mientras solucionaba todo eso, escucho a Tato charlar con Tinchi y decirle: “Tinchi! Esta noche vienen los Reyes, siiiii, vamos a poner los zapatos y pastito, así nos deja regalito, ¿si?”