Transitando el 6º mes de embarazo de nuestro segundo hijo, llegando a 9 años de estar juntas, esta mañana de domingo conversábamos en relación a las cosas que en este tiempo habían cambiado, dándonos cuenta que el motivo esencial había sido la transición de convertirnos de ser pareja a ser una familia…
Cuando nos conocimos ambas éramos espíritus libres, independientes, nuestra única preocupación era mantener un trabajo para tener algo de dinero para encontrarnos, ir a bailar, hacernos regalos por cumplir semanas, meses, años, aniversarios…
Pasábamos los fines de semana de invierno en la cama, comiendo, mirando pelis, haciendo el amor, con la única interrupción del teléfono, que uno podía elegir atenderlo o no…
Cada una sabía los gustos de la otra: nos cocinábamos las comidas predilectas, nadie nos comía del plato… ni eran saqueados (como es en la actualidad, que al terminar Tato continúa con nuestros platos.)
Viajábamos seguido, íbamos de pesca, nos amanecíamos en la costanera, en el Tigre, en cualquier lado…
Nos apurábamos por llegar a casa para acariciarnos, corrernos por las habitaciones, reírnos, disfrazarnos, tomar mate y besarnos…
Hace 6 años quedé embrazada de Tato: todo era nuevo, las sensaciones, las pataditas que le daba a Triana desde la panza cuando ella me abrazaba fuerte, mi escasez de movilidad (cual tortuga dada vuelta) en los últimos meses…
Comenzamos a hacer cuentas, a trabajar horas extras, a economizar en varias cosas, nuestras salidas tenían que ver con poder brindarle a Tato un espacio al aire libre o un médico si lo necesitaba.
Nunca más pudimos quedarnos hasta tarde en la cama: al principio las noches eran entrecortadas porque necesitaba tomar la teta, luego nuestro pequeño nos despertaba bien temprano con una sonrisa diciéndonos que ya era de día, que nos levantemos…
Hacemos el amor a cualquier hora (cabe aclarar: cuando podemos), hacemos el amor de forma rápida a veces, a veces interrumpidas abruptamente, con el agregado de una pregunta inocente del otro lado de la puerta como: “¿Mamis… están jugando a la lucha?”, cuando se despierta sorpresivamente y quiere irrumpir en la habitación, dándonos tiempo de responderle, provocándonos una sonrisa y quedándonos pensando qué método de cerradura implementar para que podamos concluir a gusto…
Hace 6 meses volvimos a empezar… nuestros desayunos son llenos de risa y ocurrencias (bien temprano.) con Tato contándonos anécdotas o teorías respecto a la vida, haciendo planes para concretar nuevos sueños (si vienen de Triana, son sueños locos seguramente, pero hermosos.) y disfrutando de la felicidad que nos da ver a nuestros dos hijos creciendo sanos y felices.
No está nada mal, después de todo.
Cuando nos conocimos ambas éramos espíritus libres, independientes, nuestra única preocupación era mantener un trabajo para tener algo de dinero para encontrarnos, ir a bailar, hacernos regalos por cumplir semanas, meses, años, aniversarios…
Pasábamos los fines de semana de invierno en la cama, comiendo, mirando pelis, haciendo el amor, con la única interrupción del teléfono, que uno podía elegir atenderlo o no…
Cada una sabía los gustos de la otra: nos cocinábamos las comidas predilectas, nadie nos comía del plato… ni eran saqueados (como es en la actualidad, que al terminar Tato continúa con nuestros platos.)
Viajábamos seguido, íbamos de pesca, nos amanecíamos en la costanera, en el Tigre, en cualquier lado…
Nos apurábamos por llegar a casa para acariciarnos, corrernos por las habitaciones, reírnos, disfrazarnos, tomar mate y besarnos…
Hace 6 años quedé embrazada de Tato: todo era nuevo, las sensaciones, las pataditas que le daba a Triana desde la panza cuando ella me abrazaba fuerte, mi escasez de movilidad (cual tortuga dada vuelta) en los últimos meses…
Comenzamos a hacer cuentas, a trabajar horas extras, a economizar en varias cosas, nuestras salidas tenían que ver con poder brindarle a Tato un espacio al aire libre o un médico si lo necesitaba.
Nunca más pudimos quedarnos hasta tarde en la cama: al principio las noches eran entrecortadas porque necesitaba tomar la teta, luego nuestro pequeño nos despertaba bien temprano con una sonrisa diciéndonos que ya era de día, que nos levantemos…
Hacemos el amor a cualquier hora (cabe aclarar: cuando podemos), hacemos el amor de forma rápida a veces, a veces interrumpidas abruptamente, con el agregado de una pregunta inocente del otro lado de la puerta como: “¿Mamis… están jugando a la lucha?”, cuando se despierta sorpresivamente y quiere irrumpir en la habitación, dándonos tiempo de responderle, provocándonos una sonrisa y quedándonos pensando qué método de cerradura implementar para que podamos concluir a gusto…
Hace 6 meses volvimos a empezar… nuestros desayunos son llenos de risa y ocurrencias (bien temprano.) con Tato contándonos anécdotas o teorías respecto a la vida, haciendo planes para concretar nuevos sueños (si vienen de Triana, son sueños locos seguramente, pero hermosos.) y disfrutando de la felicidad que nos da ver a nuestros dos hijos creciendo sanos y felices.
No está nada mal, después de todo.