domingo, 30 de marzo de 2008

Cambia, todo cambia


Transitando el 6º mes de embarazo de nuestro segundo hijo, llegando a 9 años de estar juntas, esta mañana de domingo conversábamos en relación a las cosas que en este tiempo habían cambiado, dándonos cuenta que el motivo esencial había sido la transición de convertirnos de ser pareja a ser una familia…
Cuando nos conocimos ambas éramos espíritus libres, independientes, nuestra única preocupación era mantener un trabajo para tener algo de dinero para encontrarnos, ir a bailar, hacernos regalos por cumplir semanas, meses, años, aniversarios…
Pasábamos los fines de semana de invierno en la cama, comiendo, mirando pelis, haciendo el amor, con la única interrupción del teléfono, que uno podía elegir atenderlo o no…
Cada una sabía los gustos de la otra: nos cocinábamos las comidas predilectas, nadie nos comía del plato… ni eran saqueados (como es en la actualidad, que al terminar Tato continúa con nuestros platos.)
Viajábamos seguido, íbamos de pesca, nos amanecíamos en la costanera, en el Tigre, en cualquier lado…
Nos apurábamos por llegar a casa para acariciarnos, corrernos por las habitaciones, reírnos, disfrazarnos, tomar mate y besarnos…
Hace 6 años quedé embrazada de Tato: todo era nuevo, las sensaciones, las pataditas que le daba a Triana desde la panza cuando ella me abrazaba fuerte, mi escasez de movilidad (cual tortuga dada vuelta) en los últimos meses…
Comenzamos a hacer cuentas, a trabajar horas extras, a economizar en varias cosas, nuestras salidas tenían que ver con poder brindarle a Tato un espacio al aire libre o un médico si lo necesitaba.
Nunca más pudimos quedarnos hasta tarde en la cama: al principio las noches eran entrecortadas porque necesitaba tomar la teta, luego nuestro pequeño nos despertaba bien temprano con una sonrisa diciéndonos que ya era de día, que nos levantemos…
Hacemos el amor a cualquier hora (cabe aclarar: cuando podemos), hacemos el amor de forma rápida a veces, a veces interrumpidas abruptamente, con el agregado de una pregunta inocente del otro lado de la puerta como: “¿Mamis… están jugando a la lucha?”, cuando se despierta sorpresivamente y quiere irrumpir en la habitación, dándonos tiempo de responderle, provocándonos una sonrisa y quedándonos pensando qué método de cerradura implementar para que podamos concluir a gusto…
Hace 6 meses volvimos a empezar… nuestros desayunos son llenos de risa y ocurrencias (bien temprano.) con Tato contándonos anécdotas o teorías respecto a la vida, haciendo planes para concretar nuevos sueños (si vienen de Triana, son sueños locos seguramente, pero hermosos.) y disfrutando de la felicidad que nos da ver a nuestros dos hijos creciendo sanos y felices.
No está nada mal, después de todo.

sábado, 15 de marzo de 2008

Dientes de leche


Tato ha crecido, madurado, lo observamos con Triana y vislumbramos por momentos la imagen a futuro de un hermoso jovencito, que nos da cuenta del paso del tiempo, pudiendo volver enseguida al alivio de que sea un niño de 5 años, cuando se encapricha por algo o pelea a su madrina para ganarse mi amor.
Como parte de su crecimiento, dos de sus dientitos delanteros comenzaron a aflojarse. Todo el tiempo preguntaba cuándo se le caerían, cuando vendría el ratón de los dientes y yo le daba manzana, le decía que comiera carne, que ya se le saldrían.
Esta semana, mejoría mediante, retomé mi rutina laboral y a la vuelta del cole Tato y Triana merendaban juntos.
Uno de esos días, a mi regreso, encontré a mi hijo con un hilo larguísimo colgado de uno de sus dientes, mientras me contaba entusiasmado que lo tenía para jugar.
Miré a la madrina con sospecha, ella sonrió y siguieron jugando…
Horas más tarde: Tato vino sin el hilo y sin su diente, Triana se lo había sacado a ambos a la vez.
Pensé en ese acontecimiento y sobre una pequeña diferencia: casi todos los dientes de ella habían salido de esa misma forma: arrancados, en cambio los míos habían esperado abúlicamente su caída.
Así de diferentes habían sido nuestras infancias… ¡qué bueno y qué importante que una familia se forme de varias historias que se entrelazan para convertirse en una!

sábado, 8 de marzo de 2008

Les presentamos a nuestro 2º hijo

Hoy lo vimos y todo está mejor. No paraba de moverse, de tocarse la cabecita y la cara. Tato dice que lo saludaba y le decía: “Ojito, eh?” como adivinándole vaya a saber que pensamiento.
Parece imposible tanta perfección, sus piernitas, sus bracitos, su nariz que va asemejándose a la de nuestro 1º hijo.
Sigue perfilando varón, según nos dijo la médica, aunque debe esperar unas semanas más para asegurarlo.
Mis contracciones están más calmas, con el medicamento casi han desaparecido, (además, después de verlo, les aseguro que este niñito, se queda en la panza hasta los 9 meses, por más que deba colgarme de una palmera y Triana alcanzarme lo necesario para subsistir.) sumado a los mimos de Triana y Tato, a los de los amigos, al blog íntegro de Luli, a Sara y su familia… gracias!!!!
Para Tato las cosas fueron lindas y por momentos complicadas, teñidas de celos que todo el tiempo intentó dominar como un pequeño hombrecito, ambas lo acompañaremos en todo este proceso.
pd: gracias a todos los comentarios alentadores del post anterior, por los mails recibidos, nos hiceron muy bien.

sábado, 1 de marzo de 2008

Miedo


Hace una semana volvimos de las vacaciones, donde los cuatro pudimos descansar y pasarla muy bien.
Mes de marzo: comienzo de clases, reinicio de las actividades laborales.
Triana sigue en rehabilitación para recuperarse de la operación; mi panza crece, Tinchi ya pesa 300 gramos y en la última eco, pudieron conocerlo/la: esa preciosura estaba con los brazos sobre su cabecita y ambas piernas cruzadas en su develamiento sexual, dejándonos con la expectativa un mes más.
Tenía que regresar a mi trabajo, así lo hice.
Lo primero que sucedió fue una aguda disfonía, luego una muela estalló por una caries que me informaron que iría directamente a tratamiento de conducto. Pero lo más preocupante aún no había sucedido: desde que llegamos a Buenos Aires, mi panza, ante el menor ejercicio, se ponía como una roca, fuimos a ver a la obstetra y nos dijo que eran contracciones, me indicó reposo absoluto y un medicamento llamado Isoxsuprina. En esa misma consulta trató de escuchar al bebé, pero fue en vano, corrimos al sector de ecografías y recién con un aparato más sofisticado apareció el latido milagroso.
Aquí estamos: la mayor parte del tiempo mi cama y mi reposo está superpoblado con Tato, Triana y Tinchi moviéndose “pececitamente”, como diciendo aquí estoy.
Sé que Triana tiene miedo y no me lo transmite: me atiende, me hace masajes, caricias, sonríe, se ocupa de la casa y me reta (como ahora) cuando me levanto del lecho.
Tato me pregunta por su hermano, a veces protesta porque tengo que estar acostada, pero la mayoría de las ocasiones comprende y me da besos, abrazos, payasadas y dibujos.
A mí me duele, me preocupa, me consterna, pienso en mi hijo Tato, pienso en mi hijo Tinchi, pienso en Triana, pienso que no puede pasarme nada y que no le puede pasar nada a él.
Hay que esperar.