sábado, 30 de junio de 2007

Inicio de la familia: La mamá y la madrina. Proyecto hijo.








Yo, la mamá: tuve una infancia y adolescencia que han transcurrido rápida y confusamente, sin cuestionamientos respecto a mi sexualidad, colaborando en una parroquia. No todo lo que aprendí allí fue caducando a medida que crecía: recuerdo una figura emblemática en mi historia, una joven que apenas me llevaba 7 años y yo veía como adulta, que me transmitió el espíritu de lucha y cuestionamiento a todas las cosas, que me inculcaba que había que pelear por lo que uno deseaba, enseñanzas que implementaría más tarde.
Buena alumna, abanderada, creativa. En realidad, bastante similar a otros niños, volviendo mi mirada al pasado puedo destacar una dificultad importante en tener novio, una especie de desgano, de pensar que era sumamente trabajoso hacerlo, realizando las cosas como a reglamento.
Corrían mis 20 años, la mitad de mi carrera universitaria, un regreso reciente de un viaje donde había logrado independizarme por dos meses de mis padres, el comienzo de un nuevo trabajo, allí sucedió: me enamoré de una mujer, con la que compartí dos años y medio de relación, donde me mantuve oculta de mi familia, pero esa no fue la mujer de mi vida. Años más tarde, en un pub, la conocí, al poco tiempo fuimos a vivir juntas y decidimos que estaríamos unidas por siempre: comenzamos a hablar de tener un hijo.
La madrina: proveniente de una familia española radicada en el interior del país sumamente tradicional, sus primeros años fueron marcados por el trabajo diario de la tierra, siendo una de las más pequeñas de sus hermanos. Respetuosa de sus padres, cariñosa, transitó la escolaridad a los tumbos, a raíz de las diferentes obligaciones que tuvo que asumir desde muy pequeña. Casi no tuvo infancia, casi no tuvo juguetes más que los que inventaba. Desde niña sintió que en su interior el deseo, sus afectos, estaban dirigidos a pares de su mismo sexo. Prefirió mantenerlo oculto hasta que se independizó, viajando a Buenos Aires, ciudad donde años más tarde nos conoceríamos y seguiríamos la historia.
Un día, hablando, surgió el deseo de que nuestro amor se hiciera presente en un hijo.

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